La historia del arte. Eduardo Galeano
Un buen día la alcaldía le encargó un gran caballo para una plaza de la ciudad. Un camión trajo al taller el bloque gigante de granito. El escultor empezó a trabajarlo, subió a una escalera, a golpes de martillo y cincel. Los niños lo miraban hacer.
Entonces los niños
partieron de vacaciones, rumbo a las montañas o el mar. Cuando
regresaron, el escultor les mostró el caballo terminado. Y uno de los
niños, con ojos muy abiertos, le preguntó:
-Pero... ¿Cómo sabías que adentro de aquella piedra había un caballo?
(Días y noches de amor y de guerra)
La función del arte/ 1
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niños y su padres alcanzaron por fin aquellas
cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus
ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el
niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
¡Ayúdame a mirar!
LA DIGNIDAD DEL ARTE (EDUARDO GALEANO)
Yo
escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que esperan
desde hace siglos en la cola de la historia, no saben leer o no tienen
con qué.
Cuando
me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad del
arte que recibí hace años, en un teatro de Asis, en Italia.
Habíamos
ido con Helena a ver un espectáculo de pantomima, y no había nadie.
Ella y yo éramos los únicos espectadores. Cuando se apagó la luz, se nos
sumaron el acomodador y la boletera.
Y,
sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron
aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala
repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y
vida; y fue una maravilla.
Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala.
Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.
1 comentario:
Me gustó mucho este post sobre el arte de Galeano, Pepe, y, también, tu emotivo recuerdo a Hobswan, eminente pensandor, historiador y gran humanista. Saludos cordiales.
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