Esta tarde del año 1977, se reunieron por primera vez catorce madres de hijos desaparecidos.
Desde entonces, buscaron juntas, juntas golpearon las puertas que no se abrían:
—Todas por todas —decían.
Y decían:
—Todos son nuestros hijos.
Miles y miles de hijos habían sido devorados por la dictadura militar argentina y más de quinientos niños habían sido repartidos como botín de guerra, y ni una palabra decían los diarios, las radios, ni los canales de televisión.
Unos meses después de la primera reunión, tres de aquellas madres, Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y María Eugenia Ponce, desaparecieron también, como sus hijos, y como ellos fueron torturadas y asesinadas.
Pero ya era imparable la ronda de los jueves. Los pañuelos blancos daban vueltas y más vueltas a la Plaza de Mayo, y al mapa del mundo.
De Los hijos de los días, Siglo XXI, Buenos Aires, 2012.
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