“Son cosas de mujeres, se dice también. El racismo y el machismo
beben de las mismas fuentes y escupen palabras parecidas. Según Eugenio
Raúl Zaffaroni, el texto fundador del derecho penal es el “martillo de
las brujas”, un manual de la Inquisición escrito contra la mitad de la
humanidad y publicado en 1546. Los inquisidores dedicaron todo el
manual, desde la primera hasta la última página a justificar el castigo
de la mujer y a demostrar su inferioridad biológica. Ya las mujeres
habían sido largamente maltratadas por la Biblia y por la mitología
griega, desde los tiempos en que la tonta de Eva hizo que Dios nos
echara del Paraíso y la atolondrada de Pandora destapó la caja que llenó
al mundo de desgracias. La cabeza de la mujer es el hombre, había
explicado san Pablo a los corintios, y diecinueve siglos después Gustave
Le Bon, uno de los fundadores de la psicología social, pudo comprobar
que una mujer inteligente es tan rara como un gorila de dos cabezas.
Charles Darwin reconocía algunas virtudes femeninas, como la intuición,
pero eran virtudes “características de las razas inferiores”.
Ya desde los albores de la conquista de América , los homosexuales
habían sido acusados de traición a la condición masculina. El más
imperdonable de los agravios al Señor, quien, como su nombre lo indica,
es macho, consistía en el afeminamiento de esos indios “que para ser
mujeres sólo les faltan tetas y parir”.
En nuestros días, se acusa a las lesbianas de traición a la condición femenina, porque esas degeneradas no reproducen la mano de obra. La mujer, nacida para fabricar hijos, desvestir borrachos o vestir santos, ha sido tradicionalmente acusada, como los indios, como los negros , de estupidez congénita. Y ha sido condenada , como ellos, a los suburbios de la historia. La historia oficial de las américas sólo hace un lugarcito a las fieles sombras de los próceres, a las madres abnegadas y a las viudas sufrientes: la bandera, el bordado y el luto. Rara vez se menciona a las mujeres europeas que protagonizaron la conquista de América o a las mujeres criollas que empuñaron la espada en las guerras de la independencia, aunque los historiadores machistas bien podrían, al menos, aplaudirles las virtudes guerreras. Y mucho menos se habla de las indias y de las negras que encabezaron algunas de las muchas rebeliones de la era colonial. Esas son las invisibles; por milagro aparecen, muy de vez en cuando, escarbando mucho.
En nuestros días, se acusa a las lesbianas de traición a la condición femenina, porque esas degeneradas no reproducen la mano de obra. La mujer, nacida para fabricar hijos, desvestir borrachos o vestir santos, ha sido tradicionalmente acusada, como los indios, como los negros , de estupidez congénita. Y ha sido condenada , como ellos, a los suburbios de la historia. La historia oficial de las américas sólo hace un lugarcito a las fieles sombras de los próceres, a las madres abnegadas y a las viudas sufrientes: la bandera, el bordado y el luto. Rara vez se menciona a las mujeres europeas que protagonizaron la conquista de América o a las mujeres criollas que empuñaron la espada en las guerras de la independencia, aunque los historiadores machistas bien podrían, al menos, aplaudirles las virtudes guerreras. Y mucho menos se habla de las indias y de las negras que encabezaron algunas de las muchas rebeliones de la era colonial. Esas son las invisibles; por milagro aparecen, muy de vez en cuando, escarbando mucho.
No hay tradición cultural que no justifique el monopolio masculino de
las armas y de la palabra, ni tradición popular que no perpetúe el
desprestigio de la mujer o que no la denuncie como peligro.
Enseñan los proverbios, transmitidos por herencia, que la mujer y la mentira nacieron el mismo día y que la palabra de mujer no vale un alfiler, y en la mitología campesina latinoamericana son casi siempre fantasmas de mujeres, en busca de venganza , las temibles ánimas, las luces malas, que por las noches acechan a los caminantes. En la vigilia y en el sueño, se delata el pánico masculino ante la posible invasión femenina de los vedados territorios del placer y del poder, y así ha sido desde los siglos de los siglos.
Enseñan los proverbios, transmitidos por herencia, que la mujer y la mentira nacieron el mismo día y que la palabra de mujer no vale un alfiler, y en la mitología campesina latinoamericana son casi siempre fantasmas de mujeres, en busca de venganza , las temibles ánimas, las luces malas, que por las noches acechan a los caminantes. En la vigilia y en el sueño, se delata el pánico masculino ante la posible invasión femenina de los vedados territorios del placer y del poder, y así ha sido desde los siglos de los siglos.
Por algo fueron las mujeres las víctimas de las cacerías de brujas , y
no sólo en los tiempos de la inquisición. Endemoniadas: espasmos y
aullidos, quizás orgasmos, y para colmo de escándalos, orgasmos
múltiples. Sólo la posesión de Satán podía explicar tanto fuego
prohibido, que por el fuego era castigado. Mandaba dios que fueran
quemadas vivas las pecadoras que ardían. La envidia y el pánico ante el
placer femenino no tenían nada de nuevo. Y en este mundo de hoy, hay
ciento veinte millones de mujeres mutiladas del clítoris.
No hay mujer que no resulte sospechosa de mala conducta. Según los
boleros, son todas ingratas. Según los tangos, son todas putas (menos
mamá).
Confirmaciones del derecho de propiedad : el macho propietario
comprueba a golpes su derecho de propiedad sobre la hembra. (…) Vuela
torcida la humanidad, pájaro de un ala sola. “
Extracto del libro “Patas arribas. La escuela del mundo al revés” de EDUARDO GALEANO.
Viñeta de JR.Mora
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