SIMÓN RODRÍGUEZ. EDUARDO GALEANO
Simón Rodríguez: el maestro de América
El 28 de octubre de 1769 nacía «el más cuerdo hijo de la América hispánica». Maestro de Simón Bolívar, e impulsor de una política educativa innovadora y libertaria, llevó a la práctica –como pocos– los ideales ilustrados de "libertad, igualdad y fraternidad". Para la ocasión, reproducimos tres textos del escritor uruguayo Eduardo Galeano, contenidos en sus libros Memoria del fuego 2. Las caras y las máscaras (Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2010), y Los hijos de los días ((Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2012).
FUENTE:
Octubre
28
28
Hoy nació en Caracas, en 1769, Simón Rodríguez.
La Iglesia lo bautizó como párvulo expósito, hijo de nadie, pero fue el más cuerdo hijo de la América hispánica.
En castigo de su cordura, lo llamaban El Loco. Él decía que nuestros países no son libres, aunque tengan himno y bandera, porque libres son quienes crean, no quienes copian, y libres son quienes piensan, no quienes obedecen. Enseñar, decía El Loco, es enseñar a dudar.
De Los hijos de los días, Siglo XXI, Buenos Aires, 2012.
Gráfica de Marcelo Saratella.
1796
San Mateo
San Mateo
Orejas de ratón, nariz de borbón, boca de buzón. Una borla roja cuel-
ga, en hilachas, del gorro que tapa la temprana calva. Los anteojos,
calzados por encima de las cejas, rara vez ayudan a los ojos azules, á-
vidos y voladores. Simón Carreño, Rodríguez por nombre elegido,
deambula predicando rarezas.
Sostiene este lector de Rousseau que las escuelas deberían abrirse al
pueblo, a las gentes de sangre mezclada; que niñas y niños tendrían que
compartir las aulas y que más útil al país sería crear albañiles, herre-
ros y carpinteros que caballeros y frailes.
Simón el maestro y Simón el alumno. Veinticinco años tiene
Simón Rodríguez y trece Simón Bolívar, el huérfano más rico de Ve-
nezuela, heredero de mansiones y plantaciones, dueño de mil esclavos
negros.
Lejos de Caracas, el preceptor inicia al muchacho en los secretos
del universo y le habla de libertad, igualdad, fraternidad; le descubre
la dura vida de los esclavos que trabajan para él y le cuenta que la no-
meolvides también se llama Myosotis palustris. Le muestra cómo nace
el potrillo del vientre de la yegua y cómo cumplen sus ciclos el cacao
y el café. Bolívar se hace nadador, caminador y jinete; apren de a sem-
brar, a construir una silla y a nombrar las estrellas del cielo de Aragua.
Maestro y alumno atraviesan Venezuela, acampando donde sea, y co-
nocen juntos la tierra que los hizo. A la luz de un farol, leen y discuten
Robinsón Crusoe y las Vidas de Plutarco.
ga, en hilachas, del gorro que tapa la temprana calva. Los anteojos,
calzados por encima de las cejas, rara vez ayudan a los ojos azules, á-
vidos y voladores. Simón Carreño, Rodríguez por nombre elegido,
deambula predicando rarezas.
Sostiene este lector de Rousseau que las escuelas deberían abrirse al
pueblo, a las gentes de sangre mezclada; que niñas y niños tendrían que
compartir las aulas y que más útil al país sería crear albañiles, herre-
ros y carpinteros que caballeros y frailes.
Simón el maestro y Simón el alumno. Veinticinco años tiene
Simón Rodríguez y trece Simón Bolívar, el huérfano más rico de Ve-
nezuela, heredero de mansiones y plantaciones, dueño de mil esclavos
negros.
Lejos de Caracas, el preceptor inicia al muchacho en los secretos
del universo y le habla de libertad, igualdad, fraternidad; le descubre
la dura vida de los esclavos que trabajan para él y le cuenta que la no-
meolvides también se llama Myosotis palustris. Le muestra cómo nace
el potrillo del vientre de la yegua y cómo cumplen sus ciclos el cacao
y el café. Bolívar se hace nadador, caminador y jinete; apren de a sem-
brar, a construir una silla y a nombrar las estrellas del cielo de Aragua.
Maestro y alumno atraviesan Venezuela, acampando donde sea, y co-
nocen juntos la tierra que los hizo. A la luz de un farol, leen y discuten
Robinsón Crusoe y las Vidas de Plutarco.
Las ideas de Simón Rodríguez:
«Para enseñar a pensar»
Hacen pasar al autor por loco. Déjesele trasmitir sus locuras a los padres que están por nacer.
Se ha de educar a todo el mundo sin distinción de razas ni colores. No
nos alucinemos: sin educación popular, no habrá verdadera sociedad.
Instruir no es educar. Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán quien haga
Mandar recitar de memoria lo que no se entiende es hacer papagayos. No se mande, en ningún caso, hacer a un niño nada que no tenga su «porqué»al pie. Acostumbrado el niño a ver siempre la razón respaldando las órdenes que recibe, la echa de menos cuando no la ve, y pregunta por ella diciendo:
«¿Por qué?». Enseñen a los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el porqué de lo que se les manda hacer, se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad, como los limitados, ni a la costumbre, como los estúpidos.
En las escuelas deben estudiar juntos los niños y las niñas. Primero, porque así desde niños los hombres aprenden a respetar a las mujeres; y segundo,porque las mujeres aprenden a no tener miedo a los hombres.
Los varones deben aprender los tres oficios principales: albañilería, car
pintería y herrería, porque con tierras, maderas y metales se hacen las cosas
más necesarias. Se ha de dar instrucción y oficio a las mujeres, para que no
se prostituyan por necesidad, ni hagan del matrimonio una especulación para
asegurar su subsistencia.
Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo
compra.
Simón Narciso Jesús Rodríguez (nació en Caracas, Venezuela, 28 de octubre de 1769* – muere en Distrito de Amotape,Paita, Perú, 28 de febrero de 1854), conocido en su exilio de la América española como Samuel Robinsón, fue un gran filósofo y educador venezolano, uno de los más grandes de su tiempo, tutor y mentor de Simón Bolívar al igual que Andrés Bello. Fue reconocido como profesor por su gran labor, empeño y perseverancia en la educación
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