"La Academia de la confusión".
En torno al Diccionario biográfico español de la Real Academia de la Historia.
Julián Casanova
La Academia de la Historia lleva camino de convertirse en un cadáver
al que muy pocos van a respetar. Tras la polvareda levantada por el Diccionario biográfico español,
se encargó a una comisión que lo revisara. Y ahora se sabe que esa
comisión ha propuesto, entre otras cosas, “la redacción complementaria
de diez entradas”. Eso quiere decir que el Diccionario
mantendrá, por ejemplo, la biografía de Francisco Franco firmada por
Luis Suárez, pero aparecerá en una adenda una versión diferente sobre el
personaje elaborada por otro historiador. Es la mejor forma de decirle a
la gente: hay tantas historias como historiadores. O de una forma más
cruda: el oficio del historiador es poco fiable, porque todo depende del
prisma con que se mira al pasado.
Al historiador se le debe supone ingenio y talento literario,
capacidad para recopilar de forma exhaustiva los hechos, pero, sobre
todo, conocimiento de las fuentes y de los métodos críticos para su
evaluación. Si los historiadores que elaboraron esas biografías
cumplieron con ese requisito, no habría ninguna razón para alterarlas.
Cuando se ha decidido hacerlo, es porque muchas cosas fallaron en el
plan y ejecución de esa magna obra.
El Diccionario biográfico contó con un apoyo institucional
muy notable y se supone que estaba diseñado para convertirse en una obra
de referencia, demostración de los avances de la investigación y de la
enseñanza de la historia. Ocurrió, por el contrario, que algunos
colaboradores no ejercieron de historiadores, sino de abogados y
propagandistas. Y en vez de reconocerlo, la Academia, para proteger
también a algunos de su insignes miembros, tomó el camino de la
confusión y de la falta de trasparencia.
Llegados a este punto, sería mejor abandonar esa empresa de revisión. Que el Diccionario,
en el que se invirtieron muchos esfuerzos y dinero, se quede así, con
colaboradores que hicieron muy bien su trabajo y con otros que todo lo
que aportaron fue una versión deformada y mutilada de la historia y de
sus métodos críticos más elementales. Dejemos que la Academia de la
Historia siga moviéndose en el reino de las elites, de aquellos que
toman decisiones al margen de la lógica evolución de los métodos,
enfoques y debates históricos. Una institución con esas señas de
identidad pudo tener pasado, pero no tiene presente ni futuro.
Fuente:
Diccionario Biográfico español
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Julián Casanova Ruiz (Valdealgorfa, Teruel, 1956) es un historiador español. Es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza.
Datos académicos y profesionales
Ha sido profesor visitante en diversas universidades británicas, estadounidenses y latinoamericanas. Es miembro del consejo de redacción de las revistas Historia Social y Jerónimo Zurita. Miembro del consejo asesor de Studia Histórica (revista de Historia Contemporánea editada por la Universidad de Salamanca), Historia del Presente (revista semestral editada por la Asociación de Historiadores del Presente), Historiar (revista trimestral de Historia) y The International Journal of Iberian Studies. Miembro del Comité Científico de la revista Cuadernos de Historia de España, Buenos Aires, Argentina
Es colaborador habitual de la páginas de opinión de El País y tertuliano habitual de Onda Cero. Ha publicado además numerosos artículos en diferentes revistas especializadas. En el año 2007 fue nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad de Zaragoza.
Asesor histórico y presentador de “La guerra filmada”, serie de ocho horas de programas documentales sobre la Guerra Civil Española, TVE, 2006 (editado por Filmoteca Española, Ministerio de Cultura, 2009)
En 2008 fue elegido, a propuesta de las partes (los familiares de desaparecidos y las asociaciones para la recuperación de la "memoria histórica"
denunciantes), miembro del grupo de expertos encargado de búsqueda de
fosas comunes y la identificación de las víctimas en el sumario contra
los crímenes del franquismo promovido por el juez Baltasar Garzón, destacó su trabajo en la identificación de los más de 3.500 republicanos fusilados en Zaragoza.1
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