El Diablo es extranjero
Eduardo Galeano. Una Historia casi Universal.
El culpómetro indica que el inmigrante viene a robarnos el empleo y el peligrosímetro lo señala con luz roja.
Si es pobre, joven y no es blanco, el intruso, el que vino de afuera, está condenado a primera vista por indigencia, inclinación al caos o portación de piel. Y en cualquier caso, si no es pobre, ni joven, ni oscuro, de todos modos merece la malvenida porque llega dispuesto a trabajar el doble a cambio de la mitad.
El pánico a la pérdida del empleo es uno de los miedos más poderosos entre todos los miedos que nos gobiernan en estos tiempos del miedo, y el inmigrante está situado siempre a mano a la hora de acusar a los responsables del desempleo, la caída del salario, la inseguridad pública y otras temibles desgracias.
Si es pobre, joven y no es blanco, el intruso, el que vino de afuera, está condenado a primera vista por indigencia, inclinación al caos o portación de piel. Y en cualquier caso, si no es pobre, ni joven, ni oscuro, de todos modos merece la malvenida porque llega dispuesto a trabajar el doble a cambio de la mitad.
El pánico a la pérdida del empleo es uno de los miedos más poderosos entre todos los miedos que nos gobiernan en estos tiempos del miedo, y el inmigrante está situado siempre a mano a la hora de acusar a los responsables del desempleo, la caída del salario, la inseguridad pública y otras temibles desgracias.
Antes, Europa derramaba sobre el mundo soldados, presos y campesinos muertos de hambre. Esos protagonistas de las aventuras coloniales han pasado a la historia como agentes viajeros de Dios. Era la Civilización lanzada al rescate de la barbarie.
Ahora, el viaje ocurre al revés. Los que llegan, o intentan llegar, desde el Sur al Norte, no traen ningún cuchillo entre los dientes ni fusil al hombro. Vienen de países que han sido exprimidos hasta la última gota de su jugo y no tienen la intención de conquistar nada más que algún trabajo o trabajito. Esos protagonistas de las desventuras coloniales parecen, más bien, mensajeros del Diablo. Es la barbarie lanzada al asalto de la Civilización.
Ahora, el viaje ocurre al revés. Los que llegan, o intentan llegar, desde el Sur al Norte, no traen ningún cuchillo entre los dientes ni fusil al hombro. Vienen de países que han sido exprimidos hasta la última gota de su jugo y no tienen la intención de conquistar nada más que algún trabajo o trabajito. Esos protagonistas de las desventuras coloniales parecen, más bien, mensajeros del Diablo. Es la barbarie lanzada al asalto de la Civilización.
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