Vivir la Historia. Antonio Gala
CONOCER la Historia a fondo es muy difícil: hay demasiados aspectos y causas que se nos escapan. Ser testigo de momentos históricos es como acercarse tanto a un rostro que sólo percibamos de él el pliegue de un párpado, el mórbido lóbulo de una oreja, o el surco de una arruga:no es eso un rostro, o no todo un rostro. Por el contrario, alejarse del bosque para verlo es otra forma de falseamiento;la perspectiva lo simplifica todo; aprender la Historia desde fuera de su espacio y su tiempo es convertirla en un sumario frío. Los hechos históricos -si la Historia es una suma de hechos, que no creo- son reclamados desde abajo por fuerzas anónimas, como las olas de un maremoto, que quebrantan las reglas de la luna y se yerguen desde inexplicables profundidades. (Quizá serían previsibles si extrajéramos los datos de tales profundidades; pero ésa es otra historia, más incognoscible aún que la superficial.) De ahí que tendamos a resumir y a personificar.
La Historia requiere un hombre a veces, alguien a quien atribuir sus cambios;sin embargo, no es él quien suscita los grandes movimientos, sino quien los recoge, o quien escucha antes el sordo rumor que los precede. Porque nada avanza por saltos;lo que ocurre es que ignoramos determinados eslabones de la cadena.
FUENTE:
La historia es ciencia del hombre; y también de los hechos, sí. Pero de los hechos humanos. La tarea del historiador : volver a encontrar a los hombres que han vivido los hechos y los que, más tarde, se alojaron en ellos para interpretarlos en cada caso.
LUCIEN FEBVRE. De Combates por la historia
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