Fundación del arte moderno
Eduardo Galeano
Desde siempre, los escultores africanos tallan cantando. Y no
paran de cantar hasta que concluyen sus obras, para que la música se
meta en elllas y en ellas siga sonando.
En 1910, Leo Frobenius quedó bizco ante las antiguas esculturas que encontró en la Costa de Esclavos.
Tan alta era su belleza que el explorador alemán creyó que ésas eran obras griegas, traídas desde Atenas, o quizá creaciones de la perdida Atlántida. Y sus colegas coincidieron:África, la hija del desprecio, madre de esclavos, no podía ser la autora de esas maravillas.
Pero sí. Esas efigies llenas de música habían sido creadas, hacía unos cuantos siglos, en el ombligo del mundo, en Ifé, el sagrado lugar donde los dioses yorubas habían dado nacimiento a las mujeres y a los hombres.
En 1910, Leo Frobenius quedó bizco ante las antiguas esculturas que encontró en la Costa de Esclavos.
Tan alta era su belleza que el explorador alemán creyó que ésas eran obras griegas, traídas desde Atenas, o quizá creaciones de la perdida Atlántida. Y sus colegas coincidieron:África, la hija del desprecio, madre de esclavos, no podía ser la autora de esas maravillas.
Pero sí. Esas efigies llenas de música habían sido creadas, hacía unos cuantos siglos, en el ombligo del mundo, en Ifé, el sagrado lugar donde los dioses yorubas habían dado nacimiento a las mujeres y a los hombres.
Y en África había seguido naciendo un manantial incesante de arte digno de ser celebrado. Y digno de ser robado.
Parece que Paul Gauguin, hombre bastante distraido, puso su firma a un par de esculturas de Congo. El error fue contagioso. A partir de entonces, Picasso, Modigliani, Klee, Giacometti, Ernst, Moore y muchos otros artistas europeos tambien se equivocaron, y con frecuencia.
Saqueada por derecho colonial, África ni se enteró de lo mucho que le debían las mas deslumbrantes conquistas de la pintura y la escultura en la Europa del siglo XX.
Eduardo Galeano en "Espejos" p. 248-249
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