Fidel Castro.
Textos de Gabriel García Marquez y Eduardo Galeano.
Fidel . Eduardo Galeano.
Sus enemigos dicen que fue rey sin corona y que confundía la unidad con la unanimidad.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Sus enemigos dicen que si Napoleón hubiera tenido un diario como el “granmma”, ningún francés se habría enterado del desastre de Waterloo.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Sus enemigos dicen que ejerció el poder hablando mucho y escuchando poco, porque estaba más acostumbrado a los ecos que a las voces.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Pero sus enemigos no dicen que no fue por posar para la Historia que puso el pecho a las balas cuando vino la invasión, que enfrentó a los huracanes de igual a igual, de huracán a huracán, que sobrevivió a 637 atentados, que su contagiosa energía fue decisiva para convertir una colonia en patria, y que no fue por hechizo de Mandinga ni por milagro de Dios que esa nueva patria pudo sobrevivir a 10 presidentes de los estados unidos, que tenían puesta la servilleta para almorzarla con cuchillo y tenedor.
Y sus enemigo no dicen que Cuba es un raro país que no compite en la copa mundial del felpudo.
Y no dicen que esta revolución, crecida en el castigo, es lo que pudo ser y no lo que quiso ser. Ni dicen en gran medida el muro entre el deseo y la realidad fue haciéndose mas alto y mas ancho gracias al bloqueo imperial, que ahogó el desarrollo de una democracia a la cubana, obligó a la militarización de la sociedad y otorgó a la burocracia, que para cada solución tiene un problema, las coartadas que necesita para justificarse y perpetuarse.
Y no dicen que a pesar de todos los pesares, a pesar de las agresiones de afuera y de las arbitrariedades de adentro, esta isla sufrida pero porfiadamente alegre ha generado la sociedad latinoamericana menos injusta.
Y sus enemigos no dicen que esa hazaña fue obra del sacrificio de su pueblo, pero también fue obra de la tozuda voluntad y el anticuado sentido del honor de este caballero que siempre se batió por los perdedores, como aquel famoso colega suyo de los campos de Castilla.-
(Extraído del libro de Eduardo Galeano “Espejos”(una historia casi universal)
Gabriel García Márquez. El Fidel Castro que yo conozco
El Fidel Castro que yo conozco
su devoción por la
palabra. Su poder
de seducción. Va a
buscar los problemas
donde estén.
Los ímpetus de la
inspiración son propios
de su estilo. Los libros reflejan
muy bien la amplitud de sus gustos.
Dejó de fumar para tener la
autoridad moral para combatir el
tabaquismo. Le gusta preparar las
recetas de cocina con una especie
de fervor científico. Se mantiene en
excelentes condiciones físicas con
varias horas de gimnasia diaria y de
natación frecuente. Paciencia invencible.
Disciplina férrea. La fuerza de
la imaginación lo arrastra a los imprevistos.
Tan importante como
aprender a trabajar es aprender a descansar.
Fatigado de conversar, descansa
conversando. Escribe bien y le gusta
hacerlo. El mayor estímulo de su
vida es la emoción al riesgo. La tribuna
de improvisador parece ser su
medio ecológico perfecto. Empieza
siempre con voz casi inaudible, con
un rumbo incierto, pero aprovecha
cualquier destello para ir ganando
terreno, palmo a palmo, hasta que
da una especie de gran zarpazo y se
apodera de la audiencia. Es la inspiración:
el estado de gracia irresistible
y deslumbrante, que sólo niegan
quienes no han tenido la gloria
de vivirlo. Es el antidogmático por
excelencia.
José Martí es su autor de cabecera
y ha tenido el talento de incorporar
su ideario al torrente sanguí-
neo de una revolución marxista. La
esencia de su propio pensamiento
podría estar en la certidumbre de
que hacer trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos
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